DIMENCIONES DE LA
CIUDADANIA
Actualmente, el
concepto de ciudadanía va más allá de consideraciones políticas y jurídicas.
Siguiendo a la filósofa Adela Cortina (1947), la elaboración de una teoría de
la ciudadanía en la actualidad ha de considerar como mínimo las dimensione
siguientes:
- 1. Ciudadanía política.
La ciudadanía es,
en principio, la relación política del individuo y el Estado. La ciudadanía
supone un estatuto jurídico que concede un conjunto de derechos civiles (la
protección de la vida, la libertad, la seguridad, la propiedad…) y políticos,
gracias a los cuales el ciudadano puede intervenir en el gobierno y en los
asuntos públicos de su comunidad (votar y ser elegido, participar en
organizaciones políticas, sociales, sindicales y culturales…). En
contrapartida, el ciudadano y la ciudadana han de cumplir ciertas obligaciones
(pagar impuestos, obedecer las leyes y someterse al poder del Estado, entre
otros).
- 2. Ciudadanía social.
Pero el ciudadano
y la ciudadana no son solamente las personas que disfrutan de derechos civiles
y políticos, sino también de derechos sociales. Estos van desde un mínimo de
seguridad económica y bienestar, al derecho al trabajo, a la educación o a la
sanidad. A diferencia de los anteriores, estos derechos no son idénticos en
todos los países democráticos, sino que dependen del nivel económico de cada
Estado. Los derechos sociales van acompañados de obligaciones sociales, como la
de trabajar, pagar impuestos o escolariza a los hijos e hijas.
- 3. Ciudadanía económica.
Además de sujeto
de derechos civiles, políticos y sociales, el ciudadano y la ciudadana de las
sociedades democráticas pueden tener reconocidos ciertos derechos económicos,
como trabajadores, consumidores y productores de bienes y servicios. Por esta
razón han de poder participar en aquellas decisiones económicas que les
afectan, a la vez que ejercer su capacidad crítica en relación con las
actuaciones de empresas e instituciones.
- 4. Ciudadanía civil.
La ciudadanía
civil se refiere a las relaciones no políticas ni económicas de la persona con
la sociedad, relaciones que se concretan en instituciones como la familia, la
escuela, los grupos de amigos, los grupos étnicos o los deportivos. En estas
agrupaciones los ciudadanos y las ciudadanas aprenden actitudes cívicas,
participación social y solidaridad. A través de su actividad en la sociedad
civil, los ciudadanos y las ciudadanas adquieren valores morales y llegan a ser
miembros cívicos, activos y responsables de su sociedad.
La relación de la
persona con los grupos que conforman la sociedad civil es, para autores
contemporáneos, como Aladar Acinture (1929), Charles Taylor (1931) o Michael Walzer
(1935), la dimensión más importante y radical de la ciudadanía. A diferencia de
la ciudadanía política y social, que se limita a recibir pasivamente los
derechos y beneficios que derivan de la condición legal de ciudadano y
ciudadana, la ciudadanía civil es una ciudadanía activa, pendiente de los
intereses colectivos y que invita a responsabilizarse y colaborar con los demás
en la consecución de una sociedad mejor. Para los teóricos de la sociedad
civil, participar en las comunidades y asociaciones es la mejor manera de
llegar a ser un buen ciudadano.
- 5. Ciudadanía intercultural.
La ciudadanía es
un vínculo entre grupos sociales diversos. Por eso si una sociedad es
multicultural, la ciudadanía también ha de ser multicultural, capaz de respetar
las diferentes culturas que conviven en ella. Se puede ser ciudadano
conservando la propia cultura, sin necesidad de ser asimilado por una cultura
dominante, pero respetando y a prendiendo de otras culturas. Ello requiere un
auténtico diálogo intercultural y un verdadero respeto por las diferencias,
siempre que estas no sean discriminatorias o atenten contra los derechos de las
personas.
- 6. Ciudadanía global o cosmopolita.
La idea de ciudadanía global, en fin, expresa la
necesidad de democráticos. A menudo, la asunción de objetivos y
responsabilidades ciudadanas no va más allá de los que se plantean los grupos
sociales a los que pertenecemos, los de nuestro país o nuestro Estado,
olvidando que los humanos somos, en principio, miembros de la misma especie y
que podemos hacer extensivos al conjunto de la humanidad los derechos y deberes
reconocidos por los Estados identificarnos con los intereses de la humanidad.
Una verdadera ciudadanía, una ciudadanía integral (“íntegra”, desde el punto de
vista moral) no puede olvidar el vínculo que une a todas las personas.
La verdadera ciudadanía, escribe el ex director
general de la UNESCO Federico Mayor Zaragoza (1934), “se vive y experimenta
también a escala planetaria, sobre todo en la responsabilidad que todos
asumimos respecto al medio y a los derechos de las generaciones futuras”. Como
miembro de una sociedad concreta tenemos que actuar con civismo. Como
ciudadanos y ciudadanas del mundo, tenemos que cuidarlos y respetarlo. Por
dichas razones, los ciudadanos y las ciudadanas han de hacer compatible el
compromiso con su comunidad con el compromiso con los intereses globales de la
humanidad.
La ciudadanía global o cosmopolita expresa todo el
potencial universalizado de los valores de la igual dignidad y de la libertad
de todos los seres humanos, que son el eje de los derechos humanos y abren la
posibilidad de una ética mundial. Los derechos humanos son derechos subjetivos
que derivan de nuestra condición de seres humanos, no de nuestra nacionalidad.
Por tanto, son universales y se atribuyen a todos los humanos con independencia
de su nacionalidad, religión, color de piel, posición social o cultura. Los
derechos humanos son la base para construir una ciudadanía universal; para
lograrlo, debemos adquirir una conciencia cosmopolita que nos haga sentir a
todos los seres humanos ciudadanos y ciudadanas del mundo
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